Obra de Roberto Cedrón

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Obra de Roberto Cedrón

lunes, 4 de abril de 2016

LA VANGUARDIA DEL TATA CEDRON Y SU CUARTETO

Nos permitimos publicar un texto de Daniel Goñi relacionado con el Puchero del sábado pasado; el primero de este ciclo de abril y mayo 2016. Acá algunas razones para no perdérselo.

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El espíritu de fonda o de bodegón con amigos y compañeros entrañables es una linda figura para un momento de reflujo político como el que estamos viviendo desde hace unos meses en la Argentina. Un lugar en el que resistir este nuevo intento de los sectores concentrados de avasallar los derechos legítimos de los trabajadores y el pueblo en general. Me refiero a ese que puede albergar los deseos y energías del subsuelo, ya no tan subsuelo, sus sueños y deseos, hoy arrasados por la impericia y la arrogancia de una banda de empresarios y proxenetas del poder vueltos gobierno. 

El espectáculo del Tata Cedrón y su banda en el Teatro El Popular (La Musaranga-El Puchero Misterioso) se me configura como un evento en los márgenes del mainstream idiotizante de horario completo que los medios propalan sin cesar. En el tienen lugar no sólo la música, la poesía y la inspiración sino que la emoción genuina, esa gran expulsada del campo de las multinacionales del entretenimiento, se apersona como en un recreo de niños pero sin abandonar en ningún momento su munición político-ideológico-cultural. Es que el Tata jamás necesitó del panfleto para marcar su territorio, el escenario, en el que, guitarra en mano, deja florecer siempre su perfil entusiasta y amigo de los imposibles, como descansar en la convicción de que el futuro, como otras cosas de orden cotidiano, se halla en gran parte en nuestras manos. 

Entonces, más allá de la belleza y la profundidad muy sensibles de los tributos a Nelly Omar, Ignacio Corsini, Roberto Arlt o González Tuñón; a las sentidas palabras entre separadores, a la idea de recordar y dejar sentado que la música se aloja básicamente en el pecho de los artistas, no podía dejar de intentar esta breve semblanza sin declarar lo que más me impacta de la actitud del Tata. Una aparente recurrencia a un pasado de melancolía y bohemia que, como un relámpago, cobra tanta vitalidad y presente en el groove del Cuarteto hasta dejarnos cara a cara ante las propias carencias y potencialidades. Como un amable llamador a la puerta de cada quien. Sin olvidar la “compañía nacional de autómatas”, ese colectivo de títeres, marionetas y demás artefactos construidos con materiales reciclables que están en perfecta vena y concordancia con la propuesta cedroniana. 

De ahí la insistencia en remarcar las aristas y la sustancia de este espectáculo que circula casi en las antípodas de la actual vorágine consumista de símbolos, estereotipos y engendros en circulación, generadores y sostenedores de un sentido común al servicio de la anomia y de la depredación social. Una suerte de vanguardia de la ternura en su expresión más dulce, de esas que se tornan espinosas y distantes a la percepción de los imbéciles.

Daniel Goñi

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